He oído rasgar a un violín unas notas lejanas.
Cruzo un valle para llegar al desierto.
Es la mañana un descanso certero.
Sólo los pájaros interpretan el estío
con su sabiduría del tiempo,
esgrimen una certidumbre de provisionalidad.
Hay sarmientos en los posos del vino.
Soy un eterno campo de maduración
y me sigo sorprendiendo con una lágrima
o con esa caricia que deja una mirada.
Es posible que en un verso me encuentre contigo.
El mar arde en la luminosidad de su magia.
Es imposible arrastrar tanto silencio y llevarlo a su orilla.
Quisiera ser una gota transparente y salada
y por un instante poderme olvidar de las palabras.
Un viejo buhonero arrastra su vida dentro de un carro.
Una gata de color indefinido corona la majestad de su historia.
Gime un violín descolorido entre sus dedos.
Tiene todavía en su sangre la melodía.
Es posible que rellene con su música
el sabor agridulce de la noche.
Unas monedas pueden comprar una sonrisa,
una reverencia y una mirada cómplice
en la que me regala un tiempo de milagros.
En las arenas húmedas de la playa
empiezan a posarse las sombrillas.
Yo llevo el talismán de unas palabras
que me ha susurrado el viejo músico:
“casi todo está por venir”.
3 comentarios:
todo está por venir...
y en tus versos encuentro la paz...
besos Fer
Lo intento de nuevo. Precioso poema. Soy un eterno campo de maduración...es posible que en un verso me encuentre contigo..."casi todo está por venir". Siempre avanzando.
Besos
Alba
me puse a escuchar un violin lejano
y sus notas han llegado muy cerca...
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