Palabras CXLIX

 

He despertado en tu silencio. 

Tu mirada me hablaba de todo lo que fuimos los dos en la noche.

F.

Palabras CXLVIII

Sobre nosotros cayó la anchura de la noche.
Todos los abismos sabían tu nombre
y mis manos se perdieron en ellos.

F.


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FAROS LXI

Vendrá la noche.

Dormirás conmigo

mientras velo los peligros

que te rodea el sueño.

Soy quien te respira

y abre sendas de luz

y caricias en tu piel.




F.

FAROS LX

Mi soledad no sabe desprenderse del temor de perderte.

Tengo un lado de muerte que me abraza

y me dice "no volverá a esta isla

por mucho que en las noches

ilumines al mundo el camino"



F.

FAROS LIX

Vuelvo despacio a iluminar el mar.
Sabes leer mis mensajes
cuando desde tu lejanía
ves encenderse el ángaro
y con él toda mi pasión,
acariciándote,
desbordada por ti.



F.

FAROS LVIII

Todo lo que traía la marea era tu llamada,

tu nombre sobre las olas,

mientras iluminaba la oscuridad

buscando tu cuerpo.

Detrás de las noches

el cielo trae de nuevo lo quebrado,

la sangre renacida entre las nubes,

de nuevo mi silencio.

F.

FAROS LVII

Me hago vigía de tu noche.

Sobre las olas desmenuzo los peligros.

Te nombro como si solo supiera tu nombre.

Cada caricia deja en tu piel

un poco de la eternidad que da el sabernos.


F.

FAROS LVI

Sobre el “nosotros” cae la noche.

Nunca hemos dejado de sabernos.

Tu, callada, alimentas mi silencio,

yo enciendo cada atardecer

la luz del faro,

que en su mensaje en Morse

te sigue nombrando.

F.

FAROS LV

Permanezco inmutable,
sujeto a mis heridas.
Sobre la noche
solo una luz,
rodea con círculos perfectos
el paisaje en que te sueño,
la voz con que te nombro.


F.

FAROS LIV

Soy la lumbre que resguarda la noche

y no temo decir desde esta isla

qué esconde mi corazón.

La estela se demora en las olas,

pide paso al ritmo de las mareas.

Nunca te perderás mirando el Norte

cuando busques tu nombre escrito en Morse.

F.

FAROS LIII

Me sostengo en el silencio.

Describo sobre las aguas la distancia.

Aviso del peligro

y mi voz es solo una a una

las letras del nombre

ausente de quien amo. 

F.

FAROS LII

Nos nombra constante una luz.
Su morse recorre
los viejos senderos del mar.
Sabes que en la noche
acoge los sueños,
todos los que dejamos
prendidos el uno al otro.

F.

FAROS LI

Bésame.

Cierra los ojos y bésame.

Viajo en la noche para llegar a ti.

Soy el rayo luminoso

que te busca sin descanso

alrededor del mundo.

F.

FAROS L

Junto al incendio
abrí mis manos
para acariciar
tu cuerpo...
hice de ti mi paisaje,
la senda, los caminos,
los verbos con que nombrarte.

F.

FAROS XLIX

Has fundido conmigo tu oscuridad.

Yo soy el ancla que te redime del miedo,

dejando sobre tu piel

el rastro luminoso de mi paso.

F.

FAROS XLVIII

Dejé lo inmutable sobre la roca.
Una isla diminuta
donde la luz de la noche
tiene siempre un haz que te nombra.
De día se escucha el estruendo de los pájaros marinos
pero desde el crepúsculo y en el quebrarse de las olas
tu nombre recorre la oscuridad del mar.

F.

FAROS XLVII

Cuando llega la noche construyo un mundo.

Acerco a tu piel mis dedos de lumbre.

El mar sabe de nosotros

y como te nombro

en las horas en que el sueño

te abre sus puertas a volar.

Antes del amanecer dejo sobre ti

el peso ligero de los pájaros,

un quehacer de ángel

que te tizna de su luz nocturna.

F.

FAROS XLVI

Sobre el tiempo

que nos otorga la noche…

camino,

surco las aguas,

acorto la distancia.

¿Sientes mi voz?

¿Sientes mi caricia?

Mi luz te nombra en la soledad

y el silencio es solo un intervalo,

porque respiramos esperándonos.

F.

FAROS XLV

Soy la luz
que como un ángaro
en la noche
te llama
con su latido de morse:
intermitente,
constante,
inabarcable...
la caricia que pretende
robar tu corazón.

f.

FAROS XLIV

Sobre los farallones de la costa
pronuncio en la noche,
sobre la oscuridad del mar,
tu nombre de invierno.
¿Acaso hay distancia entre nosotros?
¿Te llega el eco de la luz que cruza
el océano hasta tu isla?
Soy ajeno a las tormentas,
solido en las rocas,
el tiempo solo es una parte más
entre latido y latido.

F.

FAROS XLIII

He ideado una forma de demostrar que te quiero.

Pongamos que hago nuestro un pequeño trozo de tierra,

solitaria, habitada solo por árboles y pájaros,

a modo de una isla en medio de la soledad...

y yo, sin más pretexto,

te nombro cada día en las noches

con signos que solo tú conoces y comprendes,

luz y oscuridad para templar tu corazón,

acariciarte y recorrer tu cuerpo:

encender de deseo tu pensamiento.

F.