
Crece el viento.
Los presagios de ti son lluvia en las Azores.
Hay un lamento continuo entre mis manos:
te saben en los límites de tu piel,
en lo recóndito.
Cada silaba que sustraen de tu epidermis
se recrea en la mía.
Mi piel también te llama con urgencia ebria.
Conduzco un barco sin rumbo, sin pulso.
No me reconozco en ningún puerto,
aunque ellas, fugaces, sepan del asombro y del amor frutal
en que dos sombras encadenan unas horas.
Los pájaros abren sus cuencos y me devoran los olvidos,
en sus miradas sostienen un reflejo de todo lo que temo.
Hay palabras rojas en el agua,
gotas indescifrables que tu leías en la maleza de la selva.
Los pétalos del sol arrecian
como si nunca llegará la tarde a enmudecer,
pero en este banco,
bajo esta sombra,
sólo los aspersores
defienden el territorio cada amanecer.
F
5 comentarios:
"Los pájaros abren sus cuencos y me devoran los olvidos,
en sus miradas sostienen un reflejo de todo lo que temo."
en ellos el viento es su sostén y su almohadón...
"Hay palabras rojas en el agua"
Como las de tus poemas, Fernando, siempre tan apasionadas. Encantador paisaje.
Besos
Al llamado de la lluvia, vienen esos amores cabalgando en el viento. Abrazos.
Yo a veces no me encuentro en ningún puerto. muy bonito tu manera de expresar todo, como siempre Fernando, me encanta.
Un beso
Yedra
desarraigo que nos entierra en los amores que anidan en el viento...
un abrazo
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