
Solo.
He visto el cielo,
la tormenta eras tú.
He presagiado el infortunio.
Un dios pequeño se extingue.
Hay un racimo púrpura en el cielo.
La nieve puede ser un peso en el alma.
Ahora son huellas fieles de un suicidio.
Cada beso de tus labios hiere el olvido.
Entre la sombra nocturna de tus palabras
quiero resguardar todos los excesos.
Hay silencios que obligan a calmar el corazón
como si un oxido en la herrumbre se apoderara de todo.
Serás de mármol
y la lluvia en aguacero resbalará por tu boca,
dejará en tu piel la mirada perdida.
Seré de tierra, empapado por la savia de la noche,
¿cuántas veces me arrastrará el río lejos?.
Hay luces en la oscuridad que me recuerdan a alguien.
No sé si este escalofrío volverás a ser tú
o es un incendio sin nombre, sin valor,
el ardiente devenir de un verano muerto.
Cae la tarde desnuda y lejana.
Como un pulso de las raíces,
respiran trascendencia los versos.
Hay un rumor de sangre,
esas gotas rojas que me impregnan las palabras,
¿será otra manera de morir?
El viento no calma el sueño,
un insomnio escribe febril en el dolor del tiempo.
Es posible que las cenizas del ángaro lleguen a ti.
nada habrá en ellas que quiera decirte...
hay un pozo húmedo y su desierto,
por eso será mejor no tiznar tus manos con ellas.
Derrotado, la noche volverá a ser la victoriosa.
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