Recorrí las calles en la noche del verano
tras las horas en que todo fue tormenta,
quedó el aire límpido y una serenidad de charcos silenciosos.
Cada paso era de nuevo un viaje al laberinto,
mientras te imaginaba
sosteniendo un débil hilo
que entre tus dedos nos unía
y que sin remedio se iba deshaciendo
al alejarme entre las sombras amarillas
e ir perdiendo tu voz en el eco de mi propio sentimiento.
tras las horas en que todo fue tormenta,
quedó el aire límpido y una serenidad de charcos silenciosos.
Cada paso era de nuevo un viaje al laberinto,
mientras te imaginaba
sosteniendo un débil hilo
que entre tus dedos nos unía
y que sin remedio se iba deshaciendo
al alejarme entre las sombras amarillas
e ir perdiendo tu voz en el eco de mi propio sentimiento.
2 comentarios:
Sí, tienen todo eso de melancólico y de suave las calles tras la tormenta de verano, y es también como el recordatorio de que el otoño y el invierno vendrán, inexorablemente.
Un beso, Fernando.
Charcos tras las tormentas.
Laberintos desde los que es placer buscar salida tirando de ciertos hilos que nos unen a lo amado.
Abrazos.
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