De lo que nunca sé surge la luz.
Cae sobre mí el precipicio de la palabra.
Escucho al delator contar en el ábaco una a una sus miserias.
Las campanas traen el eco de la eternidad
mientras las calles se hacen deudoras del viento.
Hay nieve que por su pureza se abandona a ser espejo del sol.
En mis manos solo queda el abismo, la intrascendencia.
f.
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