Debo recorrerte
como si fueras un día completo
en el que apenas cabe nada.
Eternizar mis pasos por tu cuerpo,
en esas calles y avenidas
donde el sol se reposa y me habla.
Esperarte en la boca,
en tus orejas y en la nuca
desnudando todas las palabras
y engendrando humedad
en los silencios que te arrastran.
Nada que tus pechos no conozcan harán mis manos,
pero espero deambular por ellos
y tomar el respiro de la sangre,
respirar en mi saliva una condena
que te haga gemir y desearme...
En tu vientre descansará mi boca
y mi lengua se someterá
a un juego de ochos y círculos perfectos.
Ya sé que entonces serás como la lluvia
y que en tu sexo un manjar me esperará caliente
para devorar las horas
y morir entre tus piernas
en el frenesí de un momento inolvidable,
sin lunas y sin estrellas,
en mitad de unas sábanas revueltas,
solos en el gesto impreciso y mecánico de tu gozo y el mío,
sudorosos y follando como unos locos antes de morir.
Este poema ya lo publiqué en marzo de este año
2 comentarios:
Se puede morir en la entrega, se puede renacer en el encuentro, podemos recorrernos en un recorrido interminable y el tiempo convertirse en infinito.
Intenso recorrido, eternos momentos.
Besos Fernando.
¡Cuánta pasión!... así debe ser, si lo haces, pues con pasión...
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