Arrastras el abandono de los barcos,
el apenas en que eres sólo una mirada,
las lágrimas que habitan en tu olvido,
el dolor quebrado, la ausencia,
el lado devorador de la herrumbre,
el misterio, la secuencia, la penumbra...
todo lo que la noche se permite de ti,
mientras en silencio,
como si nunca fuera a amanecer,
contemplas el ir y venir traicionado
de ese viaje eterno que rehace el faro,
constante y obstinado,
en la herida sinuosa del océano.
f.
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