Hay heridas que siempre florecen en tus labios,
un largo despertar entre tus dedos,
lo trémulo, el fuego,
toda la cadencia de tu cuerpo,
un abanico de humedad recorriendo mi piel.
A veces los pájaros hacen sendas de olvido,
las nubes acarrean presagios de simiente
y en la espera, el viejo faro,
un tumulto de luz en la penumbra,
es un muelle abandonado donde la soledad peina
trazos de ternura buscándote en la distancia,
en esa lejanía donde se arrastra lo insondable.
f.
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