y el sabor dulce y salvaje de tu vientre.
Puedo rememorar toda tu espalda
y encender una a una las luces que la habitan
para recorrer las avenidas,
vértebras de tu columna
donde depositar la humedad de la lluvia.
Hago de tus muslos dos álamos,
la fronda de tu vientre
y el calor de un fuego
que me invade en la noche.
Aún así, cuando mueres en el relámpago,
fundida entre mis brazos,
tus labios ebrios son el viento que me acecha,
me estremecen, me derrumban y cierro los ojos
para guardarte en el lugar en que todo es posible,
donde nadie más que tú y yo poseemos los márgenes.
1 comentario:
Imposible de olvidar. Un bello poema. Abrazos.
Publicar un comentario