Resguárdame en tu pecho, entregada a mí, en tu silencio.
Duermo y siento el océano respirando en mi piel
mientras la noche se hace del olor de las flores,
y en tu boca hay algo más que el sabor de todas las especias.
Tendré tiempo, una eterna espera en tu cuerpo,
tierra habitada de amapolas y pájaros silvestres.
Seré la huella perenne, el andar desde los barcos,
el fuego que crece y se hace bosque entre las rocas,
para que tú me sientas llegar
como la luz que enarbola la última frontera,
el borde de una isla,
el faro del fin del mundo.
Duermo y siento el océano respirando en mi piel
mientras la noche se hace del olor de las flores,
y en tu boca hay algo más que el sabor de todas las especias.
Tendré tiempo, una eterna espera en tu cuerpo,
tierra habitada de amapolas y pájaros silvestres.
Seré la huella perenne, el andar desde los barcos,
el fuego que crece y se hace bosque entre las rocas,
para que tú me sientas llegar
como la luz que enarbola la última frontera,
el borde de una isla,
el faro del fin del mundo.
F
4 comentarios:
En el más adentro
donde la eternidad es eterna,
donde la luz es imperecedera,
donde el amar es indecible...
en ese faro donde limita lo ilimitable...
hasta ahí llegará el resguardo...
De un sentir inmenso... Fernando... hermoso, muy hermoso.
Besos
El faro del fin del mundo..., de nuevo poema e imagen se unen para crear un ambiente de serena y dulce armonía.
Un beso.
Ays...amapolas...sabes que me gustan las amapolas?... igual que todos tus poemas pero este quisiera resguardarlo en mi pecho...puedo llevármelo, fer?
Un beso
De todo eso hablan los faros.
Pocos saben entenderlo como luz que enarbola la última frontera.
Aunque en la vida las fronteras nunca se sabe si son últimas.
Abrazos.
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