Me he sentado al borde mismo de tu sueño,
como el vigía incansable que en silencio te desea.
He abierto la luz, el manto azulado
es un desierto de memoria que te cubre,
una emoción que en mi ausencia se rebela.
Pero vuelvo con el relámpago de mis dedos,
la llama que te incendia
y en su caricia
se cerciora de que existes.
f.
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