
Soy en lo diáfano la luz.
Me convierto en brisa.
Una herida más de la tarde en tus ojos.
La voz llega de más lejos,
cada centímetro ganado es un milagro,
un tintineo, un escalofrío en la dureza de los huesos.
Se ausentan los pájaros en el hueco de la soledad
y allí arriban los barcos que traen las especias.
Todavía hay nieve en las cimas de mi memoria.
¡Cuantos presagios me ha traído este final de estío!
Un faro secuestra mi deseo y soy de la vida su humedad.
Prendo el valle.
Arde el desierto en el viento.
La tierra se hace grumos.
Yo soy el esclavo.
Un continente de arena imprecisa.
He visto enrojecerse las nubes.
Gotean la claridad y esparcen silencios en sus dagas.
Puede que la herida sea profunda.
La muerte es una infusión que siempre acaba helada en los labios secos.
En los jirones de la noche sigo
y aunque te presiento
dejo que el otoño haga su trabajo de abandono.
F
5 comentarios:
Tres últimos versos de infarto.
Un abrazo, F.
No la ves..pero la presientes...
Besos poeta
No creo que sea bueno abandonarse al otoño Fernando.
Un besazo
Yedra
Una herida más de la tarde en tus ojos.
Dios!
El otoño y la tristeza, el otoño y el abandono...
te quiero Fer, es tan precioso leerte!
El abandono pero a la vez el avance.
Besos
Alba
Publicar un comentario