Tuve el amor junto al mar,
era un ángaro encendido día y noche,
donde se agitaban siempre las gaviotas,
me quemaba con su fuego de isla
y dejaba reposar,
junto a su sombra, mi corazón.
El agora de mis palabras
se perdió en la nieve,
la luz del invierno creció en su mirada...
pero es justo saber de esas huellas invisibles
que horadarán siempre mi memoria.
f.
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