Recuérdame en el verano imposible
de noches donde el mar
apenas nos hablaba,
quieto, ensimismado,
dormitando las voces de los viejos marinos.
Entre los dos quedaban sólo caricias,
un abismo donde perdernos el uno en el otro,
y esa tenue mirada blanca que repasaba constante su lección
inundando de estelas la línea oscura del horizonte.
f.
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