En los aeropuertos se estima el tiempo como lo aleatorio.
En el CDG es igual que en todos los aeropuertos,
la soledad camina con las maletas
y se recuesta en las puertas de embarque.
Las cintas transportadoras mueven despacio sus gomas vacías
donde nadie espera nada,
y alguna persona sentada mira al suelo
teniendo sus manos en posición de rezo,
una plegaria silenciosa que apenas es perceptible por los demás,
mientras, un par de maletas rojas siguen esperándome en silencio.
En el CDG es igual que en todos los aeropuertos,
la soledad camina con las maletas
y se recuesta en las puertas de embarque.
Las cintas transportadoras mueven despacio sus gomas vacías
donde nadie espera nada,
y alguna persona sentada mira al suelo
teniendo sus manos en posición de rezo,
una plegaria silenciosa que apenas es perceptible por los demás,
mientras, un par de maletas rojas siguen esperándome en silencio.
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