de sus dedos finos,
de su dintel de muerte.
Del beso que como una telaraña lo cubre todo,
del mar sin barcos, sin pájaros, sin mareas.
De la tierra hervida en su desierto,
en un páramo de arcillas y salinas.
De la noche erguida sobre el hielo,
sin astros, sin luna,
con el velo oscuro de las nubes negras.
Así, como de un nombre olvidado por el tiempo,
trae el escalofrío la quietud de la espera,
la hora nona donde el adviento es el invierno.
2 comentarios:
Son extrañas las cosas que esperamos quietos:
esos nombres de hace ya tanto tiempo olvidados...
Abrazos.
Lleva ya dos dias lloviendo en mi ciudad.... hoy pensaba en todo lo que trae.. sonidos, vida... recuerdos.
Otro beso :)
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