Tuve en los dedos el enigma,
la marca donde se señalaba el jeroglífico.
Me reconocí ebrio, dueño del bronce
y de su idioma de símbolos,
erguido en el camino de tu anatomía,
en los pliegues precisos de tu deseo.
El instante fue del fuego,
oscuro y quebradizo entre mis labios,
senda de una luz que abría tus gemidos,
sólo se pudo redimir la tarde
cuando de los dos
salieron volando los pájaros
y nos quedó del silencio
su lado dulce, su trago largo.
la marca donde se señalaba el jeroglífico.
Me reconocí ebrio, dueño del bronce
y de su idioma de símbolos,
erguido en el camino de tu anatomía,
en los pliegues precisos de tu deseo.
El instante fue del fuego,
oscuro y quebradizo entre mis labios,
senda de una luz que abría tus gemidos,
sólo se pudo redimir la tarde
cuando de los dos
salieron volando los pájaros
y nos quedó del silencio
su lado dulce, su trago largo.
F
2 comentarios:
Hay silencios que embriagan.
Besos.
:-)
¡qué sugerente!... el poema... la foto...
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