Después fue la piedra.
De nuevo la flecha cruzó el bosque,
el incendio era la fronda de la noche,
los pájaros sin nido,
la lluvia en la tormenta.
Su quebrado gemido
se escuchó en la lejanía de la llama,
lo cóncavo tuvo entre sus manos
la frialdad del mármol
y esa suave calumnia que tiene la arista del deseo.
De nuevo la flecha cruzó el bosque,
el incendio era la fronda de la noche,
los pájaros sin nido,
la lluvia en la tormenta.
Su quebrado gemido
se escuchó en la lejanía de la llama,
lo cóncavo tuvo entre sus manos
la frialdad del mármol
y esa suave calumnia que tiene la arista del deseo.
F
4 comentarios:
Recorrer las aristas del deseo, hasta llegar al puro vértice, allí donde estamos solos y plenos.
Mucha, mucha poesía y de la buena. Abrazos.
Ufff !!!
Una gota de sudor cruza mi frente...
El lugar donde se arde es aquel en donde reside el frío.
Increíble contraposición.
Besos.
Laura
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