quizás la que preludia la llegada del fuego
o ese silencio apretado en los segundos
que siempre trae el trueno.
Acaso la lluvia es diferente cuando mansa pastorea en el otoño
y se hace cicatriz de gruta en la roca gris del invierno,
o nieve hermética circundándolo todo.
Pero esa no es la lluvia que yo nombro,
esa no tiene los tambores,
ni el grueso de las nubes descarrilan
en un esfuerzo recio y ponderado del tren de la tormenta.
Gotas de llamada que florecen transparentes y alumbran las aceras,
se hacen flores en el campo
y llenan de charcos y mundos habitables todos los caminos…
Esa sí, esa si es mi lluvia y mi tormenta.
F
4 comentarios:
jajaja... Me encantan los charcos y este poema de extensión no habitual.
Saludos.
la lluvia que cala en los huesos
y da un frio que no se pasa,
o la tormenta que llena de fuego el corazon sin horizonte,
esa es más verdadera
bellos versos
La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.
Esta también es mi lluvia, el poema, por desgracia, no, es de García Lorca.
Besos en esta primavera lluviosa.
La última palabra del relámpago.
Instantánea y eficaz en el tiempo.
Un abrazo.
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