porque sus besos se dejan parte de ellas en el viaje.
Solitarios puentes de miradas antiguas,
días de recorrido lento y huellas profundas,
los silencios hablan de los pasos perdidos
y su voz vuelve a perdurar
como una nueva estatua
mirando desde una atalaya al río.
Todas las mujeres que me han besado en París
tienen todavía su puente,
su estatua, su mirada, su río.
Foto de Rosalía Calvo
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