Los puentes de París
unen más que otros puentes,
abrazan las orillas
y cuando cruzas el Sena
te dejan el aliento impregnado como un beso,
te abraza el tiempo,
y la voz en off de todas las películas
que hemos visto de la Nouvelle Vague,
la intensidad de una mirada que te desnuda en un instante
o una conversación robada al azar
que te llega tan cerca que te estremece.
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