Un pájaro quieto en un cable hace de la tarde un logaritmo,
una cuenta de voces, el aura desvanecida del verano.
He contado una tras otras las lágrimas del ábaco,
son como de lluvia, inquietas e incisivas
derraman el pausado fuego de las deserciones
y con su llegada traen de nuevo a mi lado
la brisa de la nostalgia, los barcos de la noche.
F
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