FAROS XLIX

Has fundido conmigo tu oscuridad.

Yo soy el ancla que te redime del miedo,

dejando sobre tu piel

el rastro luminoso de mi paso.

F.

FAROS XLVIII

Dejé lo inmutable sobre la roca.
Una isla diminuta
donde la luz de la noche
tiene siempre un haz que te nombra.
De día se escucha el estruendo de los pájaros marinos
pero desde el crepúsculo y en el quebrarse de las olas
tu nombre recorre la oscuridad del mar.

F.

FAROS XLVII

Cuando llega la noche construyo un mundo.

Acerco a tu piel mis dedos de lumbre.

El mar sabe de nosotros

y como te nombro

en las horas en que el sueño

te abre sus puertas a volar.

Antes del amanecer dejo sobre ti

el peso ligero de los pájaros,

un quehacer de ángel

que te tizna de su luz nocturna.

F.

FAROS XLVI

Sobre el tiempo

que nos otorga la noche…

camino,

surco las aguas,

acorto la distancia.

¿Sientes mi voz?

¿Sientes mi caricia?

Mi luz te nombra en la soledad

y el silencio es solo un intervalo,

porque respiramos esperándonos.

F.

FAROS XLV

Soy la luz
que como un ángaro
en la noche
te llama
con su latido de morse:
intermitente,
constante,
inabarcable...
la caricia que pretende
robar tu corazón.

f.

FAROS XLIV

Sobre los farallones de la costa
pronuncio en la noche,
sobre la oscuridad del mar,
tu nombre de invierno.
¿Acaso hay distancia entre nosotros?
¿Te llega el eco de la luz que cruza
el océano hasta tu isla?
Soy ajeno a las tormentas,
solido en las rocas,
el tiempo solo es una parte más
entre latido y latido.

F.

FAROS XLIII

He ideado una forma de demostrar que te quiero.

Pongamos que hago nuestro un pequeño trozo de tierra,

solitaria, habitada solo por árboles y pájaros,

a modo de una isla en medio de la soledad...

y yo, sin más pretexto,

te nombro cada día en las noches

con signos que solo tú conoces y comprendes,

luz y oscuridad para templar tu corazón,

acariciarte y recorrer tu cuerpo:

encender de deseo tu pensamiento.

F.