El tiempo se redime ante nosotros
y nos regala estas horas
en que tú y yo no existimos para nadie,
como héroes perdidos en un libro extinguido.
Cabe un sorbo más,
apurar el alba,
ese pequeño recodo
en que al nacer el día
todavía nuestros ojos ven la noche.
Cabe un sorbo más,
apurar la piel
hasta el extremo
en que el deseo
sea un río agónico y silencioso.
Como la piedra
que ahonda en el agua quieta,
así entré en tu cuerpo
y me apoderé de tu piel y tu deseo,
derribando la humedad de tu cautela
y dando alas al largo quehacer
de tu mente inquieta.