Quizás la tarde sea un rosario de bienes.
Afuera nadie conserva el deseo,
hay ardientes muros donde se refleja la sangría,
una sombra es a veces una penumbra para el alma.
Tú y yo entre estas cuatro paredes
hemos detenido el tic tac de nuestro pequeño mundo.
No sé más que perderme entre tus dedos,
saborear el almizcle que me ofreces antes de devorarte como presa,
aunque nadie conoce mejor que tú toda la magia que posees.
Intento subir por tus piernas
al paso lento del sendero que me marcas.
Cruza una ambulancia la avenida,
parece el resuello de la fiebre,
el resorte que te hace despertar.
Ahora me dominas el cuerpo,
tu boca me sustrae y me transporta,
puedo sentir tu respiración en mi pubis,
los golpes de timón y la marea
mientras me pierdo mirando la paloma de Picasso
y entre mis dedos tu pelo se hace una ensortijada selva.