
Se ha teñido el tiempo
del color de las violetas
y en el desahucio del día,
un crepúsculo de verano
puede llegar a ser parte
de una pequeña eternidad.
Llueve el sabor de las ausencias,
destilo el sudor del desarraigo,
y en las calles se amontonan las palabras
con sus vestidos de cuerpos milenarios,
para que un café con hielo
pueda ser el vértigo de tu boca
y el silencio pueda traer de nuevo la lluvia.
F
5 comentarios:
Cómo me alegro Fernando que el viaje por la capital no haya mermado la voz del poeta. Cada día es una pequeña eternidad en el corazón del ser humano. Es una delicia leerte.
Besos
Tu día de color de las violetas... son mis días teñidos de amarillos...
mil besos
que no lluevan más ausencias, por favor...
y salgamos a buscar todas esas palabras amontonadas en la calle bajo un cielo violeta:)
besos hasta Zaragoza, que ya pronto me verá!
Me alegra tu regreso y tu poesía que nos cuenta de tus andares.
besos
Alba
El tiempo siempre se tiñe de color, vivir el desahucio del día es haberlo vivido en su totalidad. Un crepúsculo es el cierre, el final de lo que se ha vivido, es ya un eterno en nuestro vivir.
Si en las ausencias llueve su sabor es que degustamos su presencia y su cercano recuerdo nos permite mantener "el vértigo de tu boca" y en silencio mojarnos con su lluvia.
Mientras el tiempo se siga teñiendo de colores, todo merece la pena.
Besos.
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