
No maldigo la ventura del amor,
puede que haya dormido en su sueño
tendido en un racimo húmedo de tierra
y me hayan crecido las hiedras
hasta cercar el último latido del corazón.
Ahora llueve un día de sol,
casi tan fecundo y abstracto
como el aroma de la dicha
y un río se desborda por mis venas,
cruza los esteros de mi alma
y te llama, pero no importa si no estás,
sigue siendo abril un milagro
y en él la vida me trae el peligro del relámpago
y el rumor de todo lo que respira.
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3 comentarios:
Tengo una armadura para cada mes del año... la de abril lleva un refuerzo especial.
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No, no se maldice, porque en el fondo, se necesita de ese latido solitario, de ese desborde propio, de ese dolor primigenio, de una vaga esperanza que 'se puede manejar'.
Un abrazo.
Fernando, así me gustas, vital y renovado. Tu poésía se carga de aliento primaveral y respira hondo...
destila licores de alegre esperanza e incontables notas de ganas de vivir.
Ventana cegada de flores, abiertos postigos al mar, aire salino y brisa marina soplándonos el corazón ardiente y apasionado.
Un beso y buen finde,
ana.
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