
Bastó un golpe para volar la cabeza del abuelo.
Limpió un poco, escondió el martillo y contó las monedas.
Las envolvió en un pañuelo.
Ya vengo, dijo.
Nadie le preguntó a dónde iba.
Supo que había llegado por el bochinche.
Gente moviéndose como hormigas, olor a fritanga, voces de tres por dos, mesas con cachivaches para todos los gustos.
Compró un anillo, un pez azul, una pera de vidrio y un peine para bigotes.
Una vez en casa escondió sus adquisiciones.
De su primera incursión en el mundo mercantil le habían sobrado veinte centavos.
Ya no tenía alcancía donde guardarlos.
Lena Yau
3 comentarios:
Jolín esta muy bien el texto, pero que fuerte lo del abuelo ¿no?.
Besos.
Muy bueno. Frío, así debe ser.
Besos
Alba
...duele tan poca resonancia emocional...menudo psicópata.
Perfectamente relatado.
Besos
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