
allí, allí gime el viento.
En el crepúsculo soy tuyo,
una gota de sangre que conmueve,
la voz, el llanto,
el trueno que estremece,
el fugaz relámpago que canta.
Soy de un desierto habitado por almas.
Surge la lluvia y el silencio es húmedo.
Cada gramo que pierdo
se hace un nuevo cilanco
y allí es donde se refleja el cielo.
F
Disperso al aire cada uno de mis versos,
es posible que al caer del cielo sea la lluvia
o la nieve que en copos se estrella contra el suelo.
Soy apenas nada,
el eco último de una voz antigua,
la huella de un silencio herido,
la brisa húmeda del mar,
el viento frío en el páramo,
cada una de las gotas de rocío
que al abrir los ojos sientes en la cara,
el latido lejano del fuego,
el pájaro que en soledad te abriga...
o eso o a lo mejor
la caricia que todavía te debe el tiempo,
la luz de ese faro que te envuelve
los veintiún gramos de tu alma..
F
Desnuda serás como la nieve
un copo tras otro fundido entre mis dedos.
Hay ardientes cálices donde beber veneno
y un sudor de llamas ilumina la noche.
Detrás del alba
un reguero de susurros me abandona,
las hélices del tiempo
huelen el incienso,
a veces,
cometen el error de traerme flores.
Ebrio del color de las corolas
aún quedan cenizas en el jardín dormido,
mis manos guardan rastros de la luz
que la noche dejo entre nosotros.