Sabes que el otoño
abandona su silencio en mí.
Pero no puedo dejar de ascender
hasta la cumbre del ángaro nocturno
y encender para ti la señal
que te indica el sendero de vuelta a mi corazón.
F.
Abro la noche para esperarte.
Me tiendo despacio sobre el océano.
Soy la palabra, el verso que te nombra
con su constante luz
que graba en las olas mi queja.
F.
El ángaro tiene su morse,
tres ráfagas y un silencio.
Constante da vueltas
sobre el horizonte.
Avisa de todos los peligros.
Reconoces esos signos
como propios,
se han quedado grabados en tu piel
y contemplas, desde tu lejanía,
todo lo que la noche te ha dado.
F.
Al borde de tu sueño
regresas a la orilla.
Hay cierta nostalgia
que te llama.
Sabes bien de las huellas
que has sentido
como enredaderas en tu piel.
Ahora vuelves a mí,
Allí, entre las rocas,
sigue siendo luz y sombra
que conoces y te llena.
F.